miércoles, 9 de abril de 2014

Aspectos psicológicos en el aprendizaje y enseñanza del trombón (primera parte)


Voy a iniciar una serie de entradas dedicadas a ciertos aspectos psicológicos y metodológicos de la enseñanza del trombón. Estarán referidos principalmente a la etapa que comprende las Enseñanzas Elementales de Música, en las que nos encontramos con alumnos de 7 a 12 años, pero hay muchas ideas que también se pueden trasladar a alumnos de más edad. En esta primera entrada haré una introducción general, y en futuras entregas trataré de proporcionar ideas más concretas de trabajo en clase.


En esta primera etapa de aprendizaje se tratará de aportar al alumno todos los elementos teóricos posibles necesarios para poder tocar el trombón correctamente. Hay que partir de que el alumno, salvo raras excepciones, no conoce la forma de producirse el sonido en el trombón y esto habrá que explicarlo de una forma clara y correcta, pues si damos pie a posibles dudas o contradicciones el alumno intentará hacer sonar el instrumento de la forma que sea, "a su manera". Debemos explicar que el sonido se produce por la vibración de los labios al pasar el aire entre los mismos, y que por lo tanto, es el aire el principal "motor" de dicha vibración (si no hay aire no hay vibración, y si no hay vibración no hay sonido). Si lo primero que le decimos al principiante es que, por ejemplo, haga "pedorretas" o que vibre los labios, esto puede dar lugar a interpretaciones subjetivas y nada beneficiosas en estas primeras tomas de contacto con el instrumento, fundamentales a mi parecer.



En la mayoría de los casos los niños de esta edad no son capaces de comprender muchos de los aspectos teóricos relacionados con la técnica del trombón dada su capacidad de razonamiento a estas edades. Tenemos que ser capaces de transmitir los conceptos adecuándolos a la capacidad intelectual del niño e intentar traspasar estos conocimientos a imágenes mentales.




Los niños de 7 a 12 años todavía no poseen un control total de su capacidad psicomotora, por lo que para una mejor asimilación de los conceptos que forman parte de la técnica de un instrumento les ayudarán bastante las imágenes mentales (pensar en apagar una vela, llegar con el aire a un determinado punto de la habitación,…) Por esta misma razón se deberán trabajar los ejemplos prácticos sin el trombón. Para un niño de esta edad se le puede hacer muy pesado y aburrido el hecho de tener que tirar una gran cantidad de aire para que el trombón suene, por lo que hay que animarle e incitarle a hacerlo mediante el uso de imágenes mentales que estimulen todas sus capacidades psicomotoras.

Como plantea Jean Piaget refiriéndose a esta etapa (7 a 12 años), aun después de que se vuelven capaces de razonar de manera lógica, los niños todavía dependen de las experiencias concretas directas (o al menos de la capacidad para imaginar tales experiencias de modo vívido) para "fundar" su pensamiento. Aún no pueden razonar respecto a contenidos abstractos que no se prestan para ejemplos concretos, aunque pueden memorizar declaraciones abstractas o definiciones que en realidad no comprenden. Un niño puede memorizar y saber que hay que soplar fuerte para tocar el trombón, pero hasta que no le proponemos ejemplos prácticos y él los realiza, no puede saber que cantidad o velocidad de aire es necesaria para un determinado ejercicio. Por esta razón el estudio diario del instrumento es importantísimo. Es una obviedad, pero hay que recordar que sólo se aprende a tocar tocando.


Desde el primer momento tenemos que transmitir al niño que lo importante no es que los ejercicios salgan bien a toda costa, sino que se estudien de forma correcta y constante. Este aspecto es difícil de comprender por un niño pues le estaremos pidiendo que realice ejercicios aburridos y desagradecidos y que no se preocupe por que suenen bien. Puede parecer una contradicción pero a la larga va a ser lo que mejor funciona. Es preferible realizar ejercicios de flexibilidad con mucho aire y sin apretar los labios aunque una determinada nota no salga a hacerlos de cualquier manera buscando el resultado sonoro desde el primer momento. Esta es la única forma de fijar todos los esfuerzos y los sentidos en el proceso y no en el resultado. Un buen resultado siempre se produce por un buen proceso y nunca al revés. En este sentido habrá que insistir constantemente en clase y que el alumno se lleve una idea muy clara de lo que tiene que trabajar en casa y cómo lo tiene que hacer. Tiene que saber cuales son los objetivos a conseguir en cada ejercicio y de qué recursos dispone para conseguirlos.

En esta primera etapa, en la que generalmente no están asimiladas las nociones más básicas de la técnica del trombón como pueden ser la producción del sonido o el flujo del aire, es muy importante dar mayor importancia a cómo se ha de realizar un ejercicio que al propio resultado en sí. En ocasiones, algunos profesores suelen decirle al niño "debes realizar ejercicios de flexibilidad y escalas" sin más, en vez de explicar qué procesos son los adecuados para realizar estas tareas adecuadamente. Un buen proceso, con el tiempo, siempre dará buenos resultados, pero un resultado aceptable o mediocre, nunca nos permitirá tener un buen proceso, necesario para un completo desarrollo de la técnica general del trombón. Esta secuencia (proceso a resultado) puede y debe cambiar con la edad y la experiencia; en etapas posteriores en las que se supone que muchos conceptos ya están asimilidados se debe hacer más hincapié en el resultado y quitar importancia al proceso para no "sobrealimentar" la información que enviamos a nuestro cuerpo.


La frase "lo importante es practicar, no que salga bien…" debería estar presente en el estudio diario, ya no sólo de los niños, sino de muchos adultos pues nos hace ser más conscientes de que los resultados se producen necesariamente a largo plazo y elimina los posibles daños emocionales que se suelen producir cuando tenemos un día malo o no tocamos tan bien como el día anterior. 



El estudio de un instrumento está lleno de cargas emocionales que en ocasiones no tienen nada que ver con la música y que no son siempre las adecuadas. Muchas veces se plantea el estudio diario como un continuo examen en el que no nos podemos permitir fallos y tenemos que ser siempre los mejores. En una etapa "profesional" o "pre-profesional" esta "sobrecarga" puede ser incluso beneficiosa pues nos puede alentar y dar ánimos para seguir estudiando y obtener los resultados que nos exigen, pero con un niño hay que tener mucho cuidado. Hay que transmitirle una postura optimista hacia el trombón y restar importancia a los fallos que pueda cometer. Lo único que pueden aportarle al niño ciertos reproches referidos a los errores o a la calidad de una interpretación es más miedo e inseguridad en futuras ocasiones (en ocasiones los padres tienen cierta responsabilidad en esto cuando exigen unos resultados excelentes a toda costa). Por todo esto es muy importante crear en el niño unos criterios de autoevaluación acordes con su edad y posibilidades físicas y que sea él mismo el que se imponga una presión y un criterio de calidad. Esto será muy beneficioso de cara a las audiciones, por ejemplo.

Además, hay que tener en cuenta otros aspectos importantes del niño como es el control locomotriz. Muchas veces estos niños no tienen del todo desarrollada la sincronización entre las distintas funciones que intervienen en el acto de tocar el trombón, por lo que hay que tratar los problemas por separado (por ejemplo, colocar las posiciones de un pasaje con el brazo sin el instrumento, o realizar ejercicios de manejo de aire sin el trombón).

En la próxima entrada veremos algunos aspectos referidos al flujo de aire y la vibración de los labios.

Espero que sea de vuestro interés.


photo credit: Cosmic Smudge via photopin cc

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